La vida de Ceferino es una parábola de tan sólo 19 años, pero rica de enseñanzas.
Nació en Chimpay el dÃa 26 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el misionero salesiano don Milanesio, que habÃa mediado en el acuerdo de paz entre los mapuches y el ejército argentino, haciendo posible al papá de Ceferino conservar el tÃtulo de «gran cacique» para sÃ, y también el territorio de Chimpay para su pueblo.
TenÃa 11 años cuando su padre lo inscribió en una escuela estatal de Buenos Aires, pues querÃa hacer del hijo el futuro defensor de su pueblo. Pero Ceferino no se encontró a gusto en aquel centro y el padre lo pasó al colegio salesiano «PÃo IX». Aquà inició la aventura de la gracia, que transformarÃa a un corazón todavÃa no iluminado por la fe en un testigo heroico de vida cristiana. Inmediatamente sobresalió por su interés por los estudios, se enamoró de las prácticas de piedad, se apasionó del catecismo y se hizo simpático a todos, tanto a compañeros como a superiores. Dos hechos lo lanzaron hacia las cimas más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de quien fue un ardiente imitador, y la primera Comunión, en la que hizo un pacto de absoluta fidelidad con su gran amigo Jesús. Desde entonces este muchacho, que encontraba difÃcil «ponerse en fila» y «obedecer al toque de la campana», se convirtió en un modelo.
Un dÃa —Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma— Francesco De Salvo, viéndolo llegar a caballo como un rayo, le gritó: «Ceferino, ¿qué es lo que más te gusta?». Se esperaba una respuesta que guardara relación con la equitación, arte en el que los araucanos eran maestros, pero el muchacho, frenando al caballo, dijo: «Ser sacerdote», y continuó corriendo.
Fue precisamente durante aquellos años de crecimiento interior cuando enfermó de tuberculosis. Lo hicieron volver a su clima natal, pero no bastó. Monseñor Cagliero pensó entonces que en Italia encontrarÃa mejores atenciones médicas. Su presencia no pasó inadvertida en la nación, pues los periódicos hablaron con admiración del prÃncipe de las pampas. Don Rúa lo hizo sentar a la mesa con el consejo general. PÃo X lo recibió en audiencia privada, escuchándole con interés y regalándole su medalla «ad principes». El dÃa 28 de marzo de 1905 tuvo que ser internado en el Fatebenefratelli (Hermanos de San Juan de Dios) de la isla Tiberina, donde murió el dÃa 11 de mayo siguiente, dejando tras de sà una impronta de voluntad, diligencia, pureza y alegrÃa envidiables.
Era un fruto maduro de espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se encuentran ahora en el santuario de FortÃn Mercedes, de Argentina, y su tumba es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque goza de una gran fama de santidad entre el pueblo argentino.
Ceferino encarna en sà los sufrimientos, las angustias y las aspiraciones de su gente mapuche, la misma gente que a lo largo de los años de su adolescencia encontró el Evangelio y se abrió al don de la fe bajo la guÃa de sabios educadores salesianos. Hay una expresión que recoge todo su programa: «Quiero estudiar para ser útil a mi pueblo». En efecto, Ceferino querÃa estudiar, ser sacerdote y volver entre su gente para contribuir al crecimiento cultural y espiritual de su pueblo, como habÃa visto hacer a los primeros misioneros salesianos.
Fecha de beatificación: 11 de noviembre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.
Fuente : www.vatican.va